sábado, 28 de febrero de 2009

Domando zapatos

Aun siento la presión de la mano de mi madre aliviando el "bulle bulle" de mi tripa; se acababa el verano y mi estómago se estrechaba día a día hasta apenas dejarme comer. Agarrada con fuerza a su mano, daba saltitos mirandome los pies vestidos de calcetines blancos con sandalias blancas, las sandalias siempre eran blancas. Mis pies eran ligeras flores de loto como los de las chinitas del cuento que me regaló la tía Remedios (tardaría años en descubrir que los pies de flor de loto no eran envidiables)¹.

De la mano de mamá nunca me caía, todo era nuevo y siempre había una paradita para tomar tarta de manzana en la Gran Vía. El mundo era perfecto hasta que llegábamos a la zapatería, que siempre era la misma cuando de zapatos para el colegio se trataba.

Mamá. - Buenos días Pedro. ¿Qué tal? ¿Cómo estamos? (y bla, bla, bla...)
Pedro. - Buenos días señora, qué gusto verla de nuevo por aquí. (y bla, bla, bla...). Qué, ¿A por los zapatos de la niña?
Mamá. - Pues si, yo creo que con un número más... (Obsérvese que en ningún momento se habla del modelo de zapato. ¡Mis hemanos, mis primos, mi madre y sus hermanas cuando eran niñas!, ¡Todos calzamos los mismos zapatos para ir al colegio!)

El zapato: Con cordones y fuerte, muy fuerte para que dure todo el curso "... que esta niña es muy destrozona, no para un momento con esos pies". El zapato fuerte, muy fuerte era siempre uno con cordones y marrón; ni blanco, ni rojo, ni azul, ni negro, ni de ningún otro color. Marrón. Y había que domarlos

Curiosamente, aunque los odié durante años, ahora tengo zapatos con cordones, incluso marrones que recuerdan a los del colegio. Lo que me quedó de aquellos zapatos fué la firme decisión de que, en cuanto yo pudiera elegir nunca, nunca más volvería a calzarme unos zapatos que tuviera que domar.

El lema en aquella zapatería de cuyo nombre no quiero acordarme era que el zapato bueno es el que hay que domar porque es resistente y duradero.

Mi lema: El zapato que yo quiero no necesita doma. Alguien lo ha pensado para que mis pies sean resistentes, duraderos y bonitos.


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¹Las chinitas de la China de mis cuentos, en los que las niñas andaban en calcetines blancos con pies ligeros como mariposas, sin vendas deformadoras de pies.


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